Leonel Fernández pertenece a la generación del 70, aquella que llegó a
la adultez juvenil durante los 12 años de gobierno de Joaquín Balaguer.
Es la primera generación que podría llamarse post-trujillista, aunque
parte de la infancia la viviera bajo la dictadura. Encarnó la
democracia como derecho, idea que provenía de las luchas heroicas
anti-trujillistas.
Es una generación de capas medias formadas en las aulas
universitarias, conocedora de la derecha balaguerista, la izquierda
marxista y las terceras vías; del capitalismo y del comunismo; de la
reforma y la revolución.
Fue la primera generación con rasgos marcados de laicismo político,
con grandes expectativas de movilidad social, y con la firme creencia de
que la transformación era posible mediante la lucha democrática.
Si en la historia dominicana ha existido una generación con el ideal y
el camino allanado para impulsar grandes cambios democráticos, es ésta.
Leonel Fernández fue el primero de su generación en llegar a la
Presidencia de la Republica. Eso generó expectativas de cambio cuando en
la campaña de 1996 prometió un “nuevo camino.”
Pero el gobierno de Fernández nació infestado en 1996. El triunfo
sobre José Francisco Peña Gómez se produjo con la ayuda de Balaguer.
Así lo reconoció el mismo Fernández cuando declaró que si los
peledeístas no entendían la derrota del 2000, tampoco entendían la
victoria de 1996.
Llegar a la Presidencia de la mano de Balaguer castró la promesa
boschista de liberación nacional. No obstante, en 1996-2000, Fernández
encabezó un gobierno que intentó algunas reformas institucionales, sobre
todo en el mejoramiento de algunos servicios públicos. Balaguer, por su
lado, mantuvo las huestes reformistas contenidas para que siguieran
apoyándolo en futuras repostulaciones, aún a la esquina de la tumba.
La fallida administración del PRD en el 2000-2004 y la muerte de
Balaguer en 2002, abrieron la compuerta nuevamente a Leonel Fernández.
Regresó a la presidencia con el PRD y el PRSC en declive. Sin
embargo, Fernández no aprovechó ese vacío de poder para impulsar
reformas que contribuyeran a gestar una sociedad más justa, más
igualitaria, más solidaria, menos corrupta y menos clientelar.
Por el contrario, se empleó a fondo en el 2004-2012 para mantener
vivos los sectores más conservadores y clientelistas de la sociedad
dominicana, que en el post-trujillismo se articularon en torno a
Balaguer.
La masa votante balaguerista era vital para el PLD convertirse en un
partido electoralmente competitivo, y para lograr ese apoyo, Fernández
reintegró muchos dirigentes reformistas al sistema clientelar. El PLD,
por su parte, abandonó la mística de servicio y se convirtió en un
partido arribista y oportunista.
Durante su gestión, Fernández impulsó una política de estabilidad
macroeconómica con inflación y devaluación moderadas, y un amplio
proyecto de construcción de obras sobre todo en el Gran Santo Domingo.
Esto se erigió con grandes empréstitos, poca transparencia en las
concesiones, y en desmedro de la inversión publica social.
La economía dominicana volvió a crecer, pero la riqueza generada se
concentró arriba porque los salarios de la mayoría se mantuvieron
deprimidos y los servicios públicos de baja calidad.
Con esta ecuación económica, el terreno siguió siendo fértil para el
clientelismo, la corrupción y el personalismo, coordenadas históricas de
la política dominicana que Fernández no tuvo voluntad para cambiar en
12 años de gobierno.
Con gran habilidad política, Leonel Fernández extendió y afianzó una
democracia clientelar que cortocircuita la posibilidad de un real avance
democrático en República Dominicana.
Las pinceladas de modernidad urbana de su Nueva York chiquito se
asientan en una sociedad de bajo nivel educativo, poca competitividad
económica, alto desempleo y subempleo, y mucha criminalidad.